Ocho años le tomó a José Donoso escribir esta su obra cumbre. Ocho años
en los que su tarea se vio interrumpida por diversas circunstancias,
pero nunca echada al olvido. El obsceno pájaro de la noche, según confesiones del propio autor, es una novela hecha de obsesiones, y esto se hace patente al leerla.
¿Quién es el narrador? El Mudito, ayudante de la Casa de Ejercicios
Espirituales de la Encarnación de Chimba, quien a veces se asume como
tal, otras habla desde un “nosotras”: las viejas asiladas en la casa.
También llegamos a saber que en algún tiempo que parece muy remoto fue
Humberto Peñalosa, joven de extracción humilde que amaba la lectura y
fracasó en su intento de escapar a su clase social, de ser un escritor,
de ser alguien. Por el contrario, ha quedado a la deriva, sin una
identidad definida.
II
Hay novelas cuyos propósitos son claros, nunca los pierde de vista el
autor. Todas las del gran novelista Mario Vargas Llosa, digamos, o la
gran mayoría. La Fiesta del Chivo, por ejemplo, quiere mostrar
los efectos nocivos de una dictadura en todos los niveles de su
sociedad, en todos sus miembros, el horror al que lo están expuestos.
Propósito parecido al de Conversación en La Catedral. Los cuadernos de don Rigoberto,
por su parte, habla de cómo es algo extraordinario que el hombre, quien
tiene solo una vida y el deseo de vivir muchas, cuente con la
imaginación, y de cómo la cultura enriquece profundamente esta, la
azuza. La ciudad y los perros habla de machismo, de racismo, de
misoginia, de las taras sociales más arraigadas encumbradas cómo códigos
sociales prestigiados que hay que cumplir. Todos estos temas, claros,
encarnados en historias la mayor parte de las veces magistralmente
contadas, profundas, conmovedoras, y es esto lo que hace grandes esas
novelas, no los temas en sí.
III
Hay otras novelas, en cambio, cuyos motivos son más ambiguos. Si hablamos de Nunca me abandones,
de Ishiguro, podemos decir que su historia es capaz de convocar las
interpretaciones más disímiles, como lo he comprobado leyendo reseñas
sobre ella. Sin embargo, quizá la mayoría coincida en esa irreparable
tristeza que rezuma la novela. Otro tanto se puede decir de Sputnik, mi amor, de Murakami.
Cuando una novela de estas características consigue que su lector quede
sobrecogido por su historia, aun cuando los motivos no parezcan del todo
claros, es que ha triunfado, es que ha rozado parte de la experiencia
humana, no siempre diáfana, sino también oscura y vertiginosa, ese
ámbito al que solo podemos acceder por intuiciones. El obsceno pájaro de la noche es una de esas novelas.
IV
Difícilmente el lector podrá diferenciar entre el sueño y la realidad,
entre la lucidez y el delirio, en esta novela. Es una amalgama
asimétrica de deseos, frustraciones, imaginación, resentimiento,
esperanza, etc. Todo desde el tamiz de la conciencia atormentada del
protagonista.
De igual manera puede aparecer un ámbito tan convencional como la Casa
de Chimba, un asilo de ancianas parecido quizá a cualquier otro, como La
Rinconada, lugar poblado de seres monstruosos, donde la deformidad se
ha asentado como norma y los seres convencionales resultan monstruosos.
Lo interesante de la técnica de Donoso es que tanto un espacio como el
otro, tanto el delirio como la lucidez, resultan tangibles al lector.
Aunque su existencia sea incierta y pueda ponerse en duda a lo largo de
la obra, esos espacios son descritos al lector con el mismo nivel de
credibilidad. Esto permite que la diferencia entre lo imaginado y lo
vivido resulte sutil y a ratos inverificable.
V
Obra capital de la narrativa del “boom” latinoamericano, El obsceno pájaro de la noche
parece ser una de las novelas menos leídas entre las que perduran de
esa promoción. Quizá en mucho tenga que ver su complejidad, su no
dejarse reducir a una anécdota, explicarse a cabalidad, aun habiendo en
ella también una exposición del desmoronamiento, a la vez que del
Mudito, de una sociedad.