Sorbiendo el umbrio silencio del alcohol, vuelve a sonar en mis pulsos
tu nombre, arrodillo mi tristessa en un rincon y nada impide que la
decapite...
Los datos de los músicos son:
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Francisco 'Paco' Gómez García (El Glostora) - Bajo,
-
Francisco Martín Armenta Tornero - Trompeta,
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César Sosa (El Patiño) - Acordeón y
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Antonio Caudillo - Batería.
En el Origen Fueron Los Xochimilcas
Por Jaime Almeida
No
cabe duda de que en los años 60 existieron personajes extraordinarios
que, con sus propuestas visionarias, detonaron cambios culturales y
anticiparon la llegada de lo que hoy es nuestro presente. Entre todas
las artes, la música fue durante los sesenta el medio perfecto para
comunicar ideas, emociones, frustraciones, anhelos, temores y vivencias a
una juventud que comenzaba a ser reconocida como una fuerza social de
tremendo vigor.
Los
artistas de la música no sólo impactaron a través del sonido sino que
también lo hicieron por medio de actitudes y cuestionamientos que
pusieron a prueba los valores que, hasta ese momento, habían sido las
reglas del juego social. Muchas ofertas musicales se pusieron a prueba.
Algunas tuvieron efectos inmediatos, otras desaparecieron, y otras más
necesitaron de la acción del tiempo para manifestar su valor y
contundencia.
Pero
el tiempo se ha encargado de poner las cosas en su lugar. Abundan
evidencias fehacientes de que esos cuatro artistas legendarios son ahora
el modelo que sigue una gran porción de nuestra población. Basta
mencionar algunas de sus aportaciones, tanto en la música como en otras
áreas, para situar el asunto en clara perspectiva; porque ellos fueron:
—De los primeros que fusionaron el rock and roll con otros géneros populares.
—Los adalides que se olvidaron del copete y se peinaron hacia abajo.
—Pioneros en la inclusión de trompeta y otros instrumentos ajenos al rock.
—Anticipados al uso de indumentarias estrafalarias sobre el escenario.
—Críticos mordaces de la sociedad, en una atmósfera de parodia y exotismo.
—Los que definieron roles y arquetipos que hoy están clonados en miles de personas.
Y por si esto fuera poco, hay que decir que este trascendental cuarteto musical no surgió en Europa. Fue mexicano. Su nombre: Los Xochimilcas.
Y
más aún. Ahora, en tiempos del Mundial, hay muchos convencidos de que
la última moda del aficionado futbolero consiste en vestirse con
camiseta, dejarse crecer la panza, y ponerse un picudo sombrerote
zacapoaxtla con la leyenda de "Viva México Ca…". Para comprobarlo basta
con ver las graderías de los estadios en cualquier partido de la
selección. A esos aficionados les digo que ésta era la moda que lucían
Los Xochimilcas desde hace cuarenta años en el Blanquita y en otros
escenarios clásicos. Sí, por fin el tiempo da la razón a Los Xochimilcas
al demostrar que su estrambótica indumentaria era profética, y tenía
como destino representar a México ante el mundo del tercer milenio. Pero
la creatividad visionaria del conjunto alcanzó la cima más alta en su
propuesta musical. Su concepto puede definirse con una sola palabra:
Fusión.
Los
Xochimilcas crearon su música con la más singular dotación
instrumental: Bajo, batería, acordeón y trompeta. Esta combinación de
instrumentos, utilizada con habilidad e ingenio, hizo posible que el
grupo interpretara los géneros más diversos en un incontenible hervidero
rítmico. En sus actuaciones, el público podía elegir entre bailar o
dedicarse a gozar escuchando las divertidas letras de las canciones.
Yo
recuerdo haber asistido a una presentación de Los Xochimilcas en
Coyoacán en la que los asistentes no paraban de reír con temas clásicos
como: "Que se mueran los feos", "La banda borracha", "Saca la botella",
"Domitila" y la sorprendente "Chilorius" que era el cover de "She loves
you" en una versión picante y chistosa. Esta faceta los colocaba dentro
de la categoría de Cómicos musicales o Excéntricos musicales, junto a
Tin Tan y Marcelo, Viruta y Capulina o Kiko y Karlo. Sin embargo, esta
clasificación se quedó corta porque no tomaba en cuenta trabajos más
serios como "Los danzones de Lara", "Pulque para dos", "Rigoletito", "El
cable", "El baile del sillón" o "La bala", en los que la música era un
auténtico agasajo para darle vuelo a la hilacha con toda la propiedad
del caso. Su personalidad sonora se basaba en los contrastes. Los
ejecutantes no podían ser más opuestos.
En
la batería estaba un gordo macho y bigotón excedido de adrenalina que
golpeaba tambores y platillos como poseído. El bajo lo tocaba un flaco
vestido de manta que representaba a un indio ladino lleno de picardía.
Otro
flaco tocaba el acordeón. Cabe decir que en aquellos años el acordeón
no era tan popular y apreciado como lo es ahora. Entonces se le
identificaba como "el piano del pobre". Quién iba a decir que cuarenta
años después el público llevaría al instrumento hasta los primeros
lugares con el vallenato, el grupero y el norteño. También en este
aspecto Los Xochimilcas se anticiparon y abrieron el camino para el
sonido urbano de hoy. Por su parte otro gordo, el de la trompeta,
coronaba su look de vanguardia con el gran sombrero de paja. Entonces
provocaba mucha risa. Ahora, esta prenda motiva sentimientos patrióticos
y, en muchos casos, es también clara señal de que ahí donde se porta
hay pachanga y despapaye.
Sin
embargo, la combinación de los cuatro instrumentos reveló tener una
versatilidad fuera de serie. Con el acordeón sonaban perfecto la cumbia,
el chachachá, el merengue y todo lo tropical. La trompeta daba vida a
los danzones y a las rancheras. Con la batería entraba el rock and roll,
el jazz, el boogie boogie, y el bajo acentuaba los blues y swings. Es
difícil imaginar que en aquellos sesenta pudiera haber existido otro
grupo tan rico en posibilidades. Tal vez se podría pensar musicalmente
en Mike Laure y sus Cometas, pero Laure no tenía la presencia escénica
ni la comicidad de Los Xochimilcas.
Si
nos fijamos solamente en su desempeño físico sobre el escenario podemos
estar hablando de una troupé de comediantes al estilo de los Hermanos
Marx, pero de petatiux. Las rutinas de El Gordo y El Flaco les quedaban
guangas porque en el conjunto se duplicaba la dosis: Eran dos gordos y
dos flacos.
El acordeonista siempre aparentaba estar de mal humor. Era el patiño. El straight man.
Una especie de Shilinsky ante Manolín: La eterna víctima de las
travesuras del personaje tragicómico. El baterista, siempre anclado por
su instrumento, desbordaba energía y con frecuencia estaba del lado del
personaje travieso. Por su parte, el trompetista era el típico genio
musical: Muy inspirado pero también muy distraído. El
peso de la comicidad estaba a cargo del bajista. Este personaje era del
planeta de Régulo y Madaleno pero con una diferencia notable y
distintiva: era gay. Sí, también en esta faceta Los Xochimilcas se
adelantaron a su tiempo. Ahora ya no llama la atención ver que en las
compañías de comedia sea constante la presencia de algún actor que hace
el papel de un gay.
Ante
todo esto no queda más que reconocer la necesidad de ir pensando en un
gran homenaje a Los Xochimilcas. Yo no llegaría al extremo de pensar
para ellos un monumento en la Avenida Reforma o en un lugar dentro de la
Ilustre Rotonda. Pero sí creo que tampoco podemos dejarlos en el
olvido. Su influencia es demasiado evidente y real como para ignorarla.
Ahora,
cada vez que usted escuche la radio o vea los canales musicales de
televisión, tendrá que reconocer que hoy casi toda la música popular de
México es descendiente directa de las fusiones propuestas por Los
Xochimilcas. La próxima vez que salga a la calle, al llegar a una
esquina concurrida, al observar una parada de microbús, al asistir a un
espectáculo masivo, al ver el canal de televisión del Congreso, o al
presenciar un mitin político fíjese bien, porque ahí verá a Los
Xochimilcas que se han multiplicado como clones por todo el país y hasta
han emigrado a países vecinos.
Llevo
meses intentando reunir la información más elemental sobre el grupo y
nada aparece. He hablado con amigos, expertos en la materia, y nada. Es
una tristeza. Hay una deuda de justicia con Los Xochimilcas.
Es
impostergable el rescate de esta parte de nuestra memoria cultural,
pues si dejamos que se pierda para siempre ya nadie podrá explicar cómo
llegamos al nivel en el que ahora estamos.
Fuente: MILENIO SEMANAL y del sitio: